CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE SANTOS


Bogotá, D.C., marzo 5 de 2012

Señor Presidente de la República de Colombia
Dr. JUAN MANUEL SANTOS
Señor Presidente:

Dijo usted en el discurso de posesión el 7 de agosto de 2010: “La puerta del diálogo no está cerrada con llave”. Para fijar destinatarios de tales palabras, usted agregó: “A los grupos armados ilegales que invocan razones políticas y hoy hablan otra vez de diálogo y negociación, les digo que mi gobierno estará abierto a cualquier conversación que busque la erradicación de la violencia y la construcción de una sociedad más próspera, equitativa y justa”.

En diversos momentos y con énfasis distintos, ha reiterado usted el primer enunciado en lo que va corrido de su mandato. Recientemente en Florencia, al término de un Consejo de Seguridadusted redundó sobre la misma imagen. Es cierto que en su intervención formuló una inquietante indicación: “El Gobierno no tiene en este momento ningún indicio, ninguna manifestación que nos pueda a nosotros convencer de la buena voluntad de la contraparte en materia de llegar a un acuerdo de paz. Por lo tanto, la acción de la fuerza Pública será contundente y seguirá siendo contundente sin ninguna contemplación”.

Nos ha estimulado a escribirle estas líneas el hecho de que usted no haya arriado la bandera de la reconciliación, pero también nos ha empujado a hacerlo ahora la Declaración Pública del Secretariado del Estado Mayor Central de las Farc, conocida por la opinión nacional el 26 de febrero pasado. Como a la inmensa mayoría del país, nos ha alegrado que a la liberación de los seis militares inicialmente anunciada se haya adicionado el nombre de cuatro más, así como la manifestación de agilizar por parte de la guerrilla las acciones de la liberación.

Por las implicaciones que a más largo plazo tiene, asumimos como importante novedad, de cara a la trayectoria de 48 años de las Farc, la decisión de proscribir el secuestro extorsivo y de abolir la llamada Ley 002 que establecía para la guerrilla una aberrante atribución fiscal y la escandalosa “institucionalización” de la amenaza del secuestro con fines extorsivos.

En la etapa actual del conflicto interno se hacen evidentes primordiales realidades: el avance decisivo de la acción contrainsurgente del Estado mediante la acción de la Fuerza Pública, la pérdida de la proyección estratégica de la guerrilla, la persistencia de estructuras organizadas de las guerrillas que operan en lógicas nacionales y producen diverso tipo de operaciones ofensivas. De este cuadro se desprenden coordenadas que de mantener su trayectoria hacen previsible la continuación del conflicto interno con la inevitable prolongación de sufrimiento humano, pérdida de vidas, destrucción material y envilecimiento de la guerra.

Ante tan sombría perspectiva creemos que sólo la audacia política, que no identificamos con inopinada temeridad, puede abrir caminos inéditos para la reconciliación. Creemos, Señor Presidente, que políticas como la que está induciendo la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, con las limitaciones que a nuestro juicio ella presenta, así como la decisión que hizo posible la acelerada normalización de las relaciones internacionales con los vecinos, son iniciativas cuya calidad quisiéramos ver dirigidas también a la búsqueda de superación del conflicto interno mediante el diseño de una política que permita conversaciones serias y claras con la insurgencia.

Cuando señalamos la necesidad de coraje y audacia, también en el campo de la reconciliación, somos conscientes de que en el país operan poderosos intereses de orden militar, económico y político que se benefician con la prolongación de la guerra. Allí está, al menos en parte, la fuente que alimenta la retórica belicista y la excitación a la revancha que cobran intensidad cuando se producen señales de distensión. Tal vez no sobre consignar aquí, para evitar juicios insidiosos, que nos inspira la idea de la instauración definitiva en Colombia del monopolio de la fuerza por parte de Estado, pero bajo la inamovible condición de que es el monopolio legítimo de la fuerza el que corresponde construir.

Quisiéramos rodear de optimista expectativa uno de los enunciados de la Declaración de las Farc aquí glosada: “Por nuestra parte consideramos que no caben más largas a la posibilidad de entablar conversaciones”. Diversas señales permiten pensar que está aflorando el sentimiento de que la prolongación de la guerra es un propósito que no tiene sentido, miradas las cosas desde el alto interés nacional.

Usted, señor Presidente, ha insistido con razón que se le permita al gobierno proceder en materia de conversaciones con independencia y cautela. Esa observación la entendemos cabalmente en el plano operativo que implican los contactos, las imprescindibles exploraciones. Con toda convicción asumimos la justeza de tal advertencia, pero al mismo tiempo reiteramos que los problemas emanados de un conflicto que cubre al menos un cuarto de la historia republicana del país no pueden asumirse por la ciudadanía como asunto privativo, o bien de las instituciones armadas, o bien como asunto del fuero presidencial. La búsqueda colectiva de la paz es quizás el objetivo nacional a la vez más incluyente y exaltante.

Comprometemos nuestra buena voluntad en coadyuvar a la construcción de un movimiento amplio por la paz en Colombia en la persuasión de que encontraremos también comprensión más allá de las fronteras del país, en pueblos y gobiernos que aspiran a que los conflictos se tramiten por los senderos civilizados de la controversia democrática, del respeto a los derechos humanos y a las normas del Derecho Internacional. Entendemos igualmente que la alusión contenida en la Declaración de las Farc a “un acuerdo de regularización de la confrontación” no tendría sentido alguno como figura pensada por fuera del contexto creado por el Derecho Internacional Humanitario. Para los analistas de conflictos, los cambios de lenguaje constituyen un síntoma y un paso fundamental para la búsqueda de la resolución negociada.

Estimamos la contribución modesta que podamos hacer a un movimiento de esa naturaleza, también como apoyo a su propósito expresado en circunstancias extraordinarias, con las palabras que introdujimos en la presente misiva y que ahora la cierran: “… mi gobierno estará abierto a cualquier conversación que busque la erradicación de la violencia, y la construcción de una sociedad más próspera, equitativa y justa.”

Cordialmente,

Gabriel Izquierdo S.J.

Hernando Gómez Buendía
Guillermo Hoyos Vásquez
Daniel Pécaut
Socorro Ramírez
Adolfo Atehortúa Cruz
Alpher Rojas Carvajal
María Victoria Duque López
Medófilo Medina
Carlos Medina Gallego
Víctor Manuel Moncayo Cruz
Álvaro Villarraga Sarmiento
Alfredo Molano Bravo
Juan Tokatlían
Gabriel Rosas Vega
Alfredo Gómez-Müller
Gabriel Misas Arango
Francisco Cajiao
Humberto Molina
Francisco Leal Buitrago
Herbert "Tico" Braun
Rocío Londoño Botero
Marck Chernick
Mauricio Archila Neira
Jorge Acevedo Bohórquez
Héctor Fabio Cardona Gutiérrez
José Luis Villaveces
Humberto Vélez Ramírez
Iván Orozco Abad
Oscar Almario García
Edgar Velásquez Rivera
Olga Lucía González
Ana María Bidegain
Edgard Moncayo Jiménez
Ricardo Sánchez Ángel
Luis Emiro Valencia S.
Jairo Maya Betancourth
Fabio Velásquez Carrillo
William García Rodríguez
Javier Duque Daza
Iván Montenegro Trujillo
Ricardo Mosquera Mesa
Absalón Machado
Gustavo Castro Caycedo
Guillermo Rudas Lleras
Gustavo Páez Escobar
Camilo Cárdenas Giraldo
Juan Pablo Ruiz Soto
Rubén Darío Flórez
Oscar Collazos
Jaime Eduardo Jaramillo
Amylkar Acosta Medina
Rosalía Correa Young
Julio Silva Colmenares
Hugo Acero Velásquez
Libardo Espitia
Mauricio Rojas Rodríguez
Tatiana Rodríguez Maldonado
Fabio López de la Roche
Javier Guerrero Barón
Alberto Rojas Puyo
Miguel Eduardo Cárdenas
Santiago Colmenares
Julio Fierro Morales
María Antonia Garcés
Luis Fernando Restrepo
Piedad Ortega Valencia
Héctor Alonso Moreno Parra
Javier Guerrero Barón
Sergio Paolo Serrano de las Aguas
Nazih Richani
Miguel Ángel Urrego
Aimer Granados García
Nick Morgan
Jaime Barajas Ortíz
Carlos Vidales
Jahel Quiroga
Héctor "Tico" Pineda
Luis Fernando Medina Sierra
Rubén Sánchez David
Eduardo Fernández Arias
Jaime Tenjo Galarza
Hernando Llano Ángel
Víctor de Currea-Lugo
Manuel Guzmán Hennessey
Darío Londoño Gómez
Álvaro Delgado Guzmán
Jorge Andrés Hernández
Teófilo Vásquez
Luis Ignacio Sandoval Moreno
Fernando Medina
Camilo Jiménez Camargo
Carlos Zorro Sánchez
Gloria Ortega Pérez
Luis Eduardo Celis
María Patricia Duque López
Ciro Roldán Jaramillo
Mauricio Rojas Rodríguez
Alejandro Pino Calad
Mauricio Jaramillo Jassir
Luis Álvaro Pardo Becerra
Germán Ayala Osorio
Efraín Jaramillo Jaramillo
Óscar Murillo Ramírez
Germán Forero Laverde
Carlos Guzmán M.
Fernando Vásquez
Mauricio Puello B.
Óscar Vanegas Angarita
Francisco Cortés Rodas
Fredy Cante
Juan Guillermo Gómez García
Álvaro Javier Botero Cadavid
Luis H. Barreto
Iván Jaramillo Pérez
Fernando José Mosquera Zúñiga
Rodrigo Rojas Orozco
Farid Samir Benavides Vanegas
Delmiro Moreno
Juan Gregorio Vélez V.
Alejandro Álvarez Gallego
Lenin Flórez Gallego
Luis Horacio López
Rubén Darío Flórez
Andrés Soto
Hunza Vargas
Diego Otero Prada
Emilia Frost
Alonso Tobón García
Helena Villamizar
Luis Fernando Parra París
Adriana Lagos Zapata
Edgard Moncayo Jiménez
Gustavo Páez Escobar
Sandra Liliana Osses Rivera
Yolanda Puyana Villamizar
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Francisco Ortiz Gómez
Francisco Thoumi
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Mario Hernández
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