Historia de Juan Polo: el personaje

sábado, 13 de julio de 2013

Por Manuel Enrique Lambis Peña
Fotografía: Fredi Goyeneche



Juan Polo, es el nombre que se le da al sector Norte de la Ciénaga de la Virgen, nombre impuesto por los moradores del entorno.

Juan Polo, el Personaje, nació en 1920, de padres nativos de la boquilla. En su madurez alcanzó una estatura de 1.70 mts y fornido, impregnado por la herencia africana en su fortaleza, color de piel, ojos y cabellos; heredó de su padre el arte de la pesca, su moral y buenas costumbres. Murió a los 52 años, según se dice, porque nunca se halló su cuerpo, sólo su bote, atarraya y demás aparejos de pesca. Parece que se integró a los espíritus que habitan el manglar y la ciénaga.

Lo cierto es que propios y extraños comentan haberlo visto alguna vez, después de su desaparición, en su bote, pescando y abstraído en la ciénaga que lleva su nombre. Siempre pescó solo, conociendo que el arte de la pesca en bote, con atarraya, requiere como mínimo de un compañero; pero así debía ser, dado que él vivía más en la ciénaga que en su propia casa y los compañeros no se sometían a ese “capricho”. La ciénaga era y es “espantosa”, lo que indica que se oían ruidos, como cuando caía la atarraya del Mohán para quitarle la pesca a algunos pescadores. En otras ocasiones se veía una luz o lamparita navegar por todo el espejo de agua, golpes a los botes, voces de espantos, etc.

Cuenta Marcial Díaz Ortega, que una vez capturó al Mohán, sintió un cardumen de peces y lanzó la atarraya, al halarla la sintió pesada pero el peso bajaba al seno de la atarraya y al meter la mano por debajo de la atarraya logró agarrar una cola inmensa de pez. En el mismo instante salió el dorso del Mohán, quien con fuerte aletazo partió la atarraya y escapó.

Sin embargo, Juan Polo no temía a espantos y a cualquier hora del día o de la noche lo veían en su bote con su atarraya y abstraído, como quien mantiene una conversación con el entorno. Se cree que se comunicaba con los vientos, el manglar, las aves, los peces, el agua y los espíritus. Para ser tan hábil pescador le sobraba mucho tiempo, pues sólo llevaba a su familia lo necesario para vivir y resolver los problemas económicos. Hace 60 años la ciénaga era tan pródiga y tan densa en peces que saltaban y caían dentro de los botes. Muchas veces no era necesario pescar para comer.

Cuando salía de la ciénaga, Juan Polo se dirigía a su casa en la calle principal del pueblo, tres cuadras antes de donde queda la Iglesia Católica, de Norte a Sur; allí lo esperaba su esposa y tres hijos varones, les entregaba el producto de su trabajo, su amor y convivían por ratos los ingredientes del hogar. Cumplido su deber, según él, volvía a la ciénaga.

Era respetuoso de las costumbres y de la buena moral: tales como: Asistía con solidaridad, como todo el pueblo, a los caídos en desgracia, aportándoles viandas y dinero. Asistía a todos los entierros. Participaba y compartía en las fiestas Patronales del Pescador en conmemoración a San Juan Bautista. Participaba y compartía en la fiesta de la Virgen del Carmen, donde todos se visten con ropa nueva, elevan altares en las puertas de las casas, oran, asisten a la procesión, toman ron, bailan pero al lado de sus familias y vecinos allegados. Respetaba pero no compartía las creencias en brujos y brujas de magia negra o blanca; hoy en día estas creencias persisten. Creía menos en las brujas parederas, que escuchaban los problemas íntimos de los hogares a través de las paredes de bahareque o de sacos de fique zurcidos, para más tarde proponer soluciones a dichos problemas. Honraba como todos la Semana Mayor, pero el viernes Santo volvía al ecosistema en recogimiento, meditación o comunicación con los habitantes bióticos, abióticos o espirituales de la Ciénaga, no pescaba.

Fotografía: Fredi Goyeneche
Desde su desaparición existe en la conciencia colectiva y en la conducta de los pescadores el deber de respetar el Viernes Santo y no realizar faenas de pesca en la ciénaga, porque Juan Polo los reprende. Cuentan que Toño Seca, quien violó la norma, salió el Viernes Santo a pescar y lo encontraron el Sábado de Gloria ahogado, enredado en su propia atarraya.

Juan siempre respetó los recursos naturales; jamás tomaba más de lo que necesitaba para su subsistencia y la de su familia; enseñó a muchos este principio y a pescar con atarraya y en forma de buceo, otra de sus habilidades; cuentan que buceaba para capturar meros, los había de 1.50 a 2 metros de largo, y al atraparla uno lo amarraba por la mandíbula, con un cáñamo, a las raíces del manglar; de tal forma que pudiera seguir abriendo la boca y capturar nutrientes y pececillos que lo mantuvieran con vida; él salía al pueblo a ofrecerlo y solo cuando realizaba su venta lo extraía de las aguas y lo entregaba al comprador.

El legado ambientalista, moral y cultural de Juan Polo sigue vivo en las raíces de la conciencia colectiva; más se requiere de una pedagogía práctica, vivencial que recuerde y oriente a nuevas generaciones las relaciones de armonía con el ecosistema.


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